Venga, entre nosotros. Seguro que sí. Seguro que tu también tienes esa sensación, ese olor, ese lugar o ese momento que te hacen retroceder por un instante a tu infancia.

Puede que sea un libro del colegio olvidado en una estantería, la carretera llena de árboles por la que pasabas con tu padres camino del campo, o el olor a recreo que notas cuando vas a recoger a tu sobrino al colegio.

O quizá sea la merienda. ¿Verdad? La merienda está hecha para disfrutar. Es esa pequeño momento a media tarde para ti, esa comida, la primera en tu vida que te preparabas solo, que la disfrutabas mientras veías tus dibujos favoritos  en la tele.

Puede que con el tiempo la hayas olvidado. Los estudios, el trabajo o la ocupada vida social del día a día hacen que sea complicado volver a ella, encontrar unos minutos para ese necesario paréntesis de la rutina, de la que tanto nos cuesta a veces escapar.

Pero de vez en cuando los planetas se ponen en fila y tienes una tarde entera para ti. Y nosotros no somos de ese tipo de gente que desperdicia las buenas ocasiones, os lo aseguramos.

Por eso, cogimos ese viejo tazón enorme de la última estantería, que seguro tu también tienes en tu casa y ,lo rellenamos de leche bien fría (la habíamos dejado dormir un rato la siesta en el congelador)y  una buena cucharada de azúcar moreno.

Y claro, le añadimos una mezcla de muesli que habíamos hecho para la ocasión, con nueces, copos de trigo y trocitos de chocolate blanco. ¿Cómo os suena?

Entonces, lo removimos todo bien, y antes de que que el líquido dejara de dar vueltas, zambullimos la cuchara más grande de toda la casa en el bol. Al segundo, la sacamos de ese océano de leche, y ya , repleta de nuestro delicioso manjar, la observamos un momento antes de llevárnosla a la boca y cerrar los ojos.

Y fue entonces cuando volvimos a tener nueve años.